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Retórica y dialéctica

Vivimos malos tiempos para la dialéctica y la retórica se ha visto reducida a su variante más hueca y manipuladora, sin embargo seguimos rigiéndonos por ella en reuniones, parlamentos y debates, pues nos consta que es lo único que nos salva.
Y es que la lógica informal es la única que nos permite tratar con probabilidades, que puede aportar conclusiones nuevas y que no se puede separar del lenguaje ni de las categorías que trata; es por resumir humana.
El problema es que para este tipo de retórica hacen falta condiciones o elementos hoy en día difíciles de encontrar: Hacen falta dos personas o grupos de personas que actúen a la vez de argumentadores y oyentes críticos; que mútuamente pongan a prueba y fortalezcan o descarten los argumentos dados. Hacen falta personas que vean en la discusión y el debate una manera cooperativa de alcanzar certezas razonables cuando la certeza absoluta es imposible. Resumiendo, hace falta gente de bien, dispuesta a obedecer las reglas del debate, valiente como para aceptar que pueda estar equivocada, que respete al oponente y su opinión como para escucharlo y como para de verdad pretender convencerlo.
Mucho es pedir ya, y aún no hemos empezado.

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